En Estados Unidos el color de mi piel y mi acento han sido escuchados antes que mi voz

En semanas recientes mi corazón se ha conmovido con el dolor que están sintiendo las personas de color en todo el país. Como afrodescendiente, como mujer, como latina e inmigrante, puedo entender el temor y la indignación que surgieron con el asesinato de George Floyd. Yo misma las he experimentado.

Nací en La Guaira, Venezuela, y me mudé a Estados Unidos cuando tenía 22 años de edad. Mi primer idioma es el español, y también soy birracial. Durante mi niñez algunas personas siempre me hicieron saber que yo era diferente por el color de mi piel, era algo con lo que tenía que lidiar, pero jamás experimenté un nivel de racismo y temor como el que he visto en Estados Unidos.

Cuando vivía en Venezuela era frecuente escuchar a la gente referirse a mí con palabras como negra o negrita. Aunque decían que eran expresiones de cariño, lo cierto es que era un constante recordatorio de que era diferente por el color de mi piel. Nunca escuché a nadie decirle de cariño blanquito a otra persona.

Aprendí a aceptar y celebrar esas diferencias, nunca las vi como un obstáculo, amenaza, o como algo de qué avergonzarme.

Cuando emigré a Estados Unidos recuerdo que me sentí como en casa, pues me encontré con más personas negras que en Venezuela, hasta que me ponía a hablar con alguien y se daban cuenta que era inmigrante latina, allí las cosas cambiaban.

En Estados Unidos, en muchas ocasiones, el color de mi piel y hasta mi acento ha sido escuchado por otras personas antes que mi propia voz.

Constantemente me encontraba con personas que se burlaban cada vez que pronunciaba mal una palabra en inglés. Al menos yo soy bilingüe, pensaba.

Aun dentro de la propia comunidad latina he sentido que el color de mi piel es una barrera, pues una latina negra a veces no encaja en el estereotipo. Cada vez que llego a un lugar lleno de latinos, siento que me ven con cierto recelo, pero cuando comienzo a hablar español noto como sonríen, se relajan y baja el tono defensivo o distante.

Entiendo que el proceso histórico de los afrodescendientes en Venezuela es distinto al de Estados Unidos. En mi país natal no existía el temor de interactuar con un policía por el tema de la raza. No era parte de mi naturaleza tener miedo a la policía, y he tenido muy pocas paradas policiales, pero la impunidad institucionalizada que ha llevado a eventos como el asesinato de Floyd, han generado un temor que antes no sentía.

No puedo evitar pensar que si un policía me detiene lo primero en lo que se fijará será en el color de mi piel, y si abro la boca me reconocerá como latina. ¿Seré tratada justamente?

Tengo temor por mi papá, quien es venezolano y se parece físicamente a Floyd. Tengo temor por mis hermanos, por mi novio, y mis amigos afroamericanos. No puedo evitar en pensar que estamos en peligro.

Venezuela ha estado sufriendo por muchos años la tiranía y avaricia de un gobierno corrupto que agrede a su pueblo. Entiendo que lo que Estados Unidos está experimentando en estos momentos es diferente, por ello me duele que se use la fuerza para reprimir la voz de manifestantes pacíficos.

Quienes nos ven como inferiores, evidentemente están faltos de amor. Cómo podrían llamarse cristianos si Jesús dijo: En esto conocerán todos que son mis discípulos, si se tienen amor los unos a los otros, Juan 13:35.

A mis hermanos y hermanas de color quiero decirles que somos amados, escogidos y aceptados por Dios y por aquellos que realmente lo conocen. Quiero que sepan que me inspira su resiliencia y su fuerza. Espero el día en que podamos vivir sin temor y adorar a Dios juntos en espíritu y verdad.